Necesitamos prepararnos para ese gran Paso. Pascua significa Paso. Paso de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios.
Este tiempo nos invita a la reflexión, a la meditación, a la conversión sincera. Y como dijimos comienza con la imposición en la frente de las cenizas.
Veamos de qué se trata... aquí les dejo un link en el que podrán leer más sobre este día en que comienza la Cuaresma.
El Miércoles de Ceniza es día de Ayuno y Abstinencia.
La abstinencia consiste en no comer carne de animales de sangre caliente: vaca, cerdo, pollo, pavo, oveja, conejo etc... Se permiten lácteos, huevos o pescado. Y el Ayuno consiste en hacer una sola comida al día.
También pueden ver en el Blog de Homeschooling Católico algunas recomendaciones y datos al respecto.
Qué nos dice el Catecismo Mayor de San Pío X.
CAPITULO VI
DE LA CUARESMA
- ¿Qué es la CUARESMA?
La Cuaresma es un tiempo de ayuno y penitencia instituido por la Iglesia por tradición apostólica.
- ¿A qué fin ha sido instituida la Cuaresma?
La Cuaresma ha sido instituida: 1°, para darnos a entender la obligación que tenemos de hacer penitencia todo el tiempo de nuestra vida, de la cual, según los Santos Padres, es figura la Cuaresma; 2. °, para imitar en alguna manera el riguroso ayuno de cuarenta días que Jesucristo practicó en el desierto; 3. °, para prepararnos por medio de la penitencia a celebrar santamente la Pascua.
- ¿Por qué el primer día de Cuaresma se llama día de CENIZA?
El primer día de Cuaresma se llama día de Ceniza porque en este día pone la Iglesia sobre la cabeza de los fieles la sagrada Ceniza.
- ¿Por qué la Iglesia impone la sagrada Ceniza al principio de la Cuaresma?
La Iglesia, al principio de la Cuaresma, acostumbra poner la sagrada Ceniza para recordarnos que somos compuestos de polvo y a polvo hemos de reducirnos con la muerte, y así nos humillemos y hagamos penitencia de nuestros pecados, mientras tenemos tiempo.
- ¿Con qué disposiciones hemos de recibir la sagrada Ceniza?
Hemos de recibir la sagrada Ceniza con un corazón contrito y humillado, y con la santa resolución de pasar la Cuaresma en obras de penitencia.
- ¿Qué hemos de hacer para pasar bien la Cuaresma según la mente de la Iglesia?
Para pasar bien la Cuaresma según la mente de la Iglesia hemos de hacer cuatro cosas: 1ª, guardar exactamente el ayuno ,y la abstinencia y mortificarnos no sólo en las cosas ilícitas y peligrosas, sino también en cuanto podamos en las lícitas, como sería moderándonos en las recreaciones; 2ª, darnos a la oración y hacer limosnas y otras obras de cristiana piedad con el prójimo más que da ordinario, 3ª, oír la palabra de Dios, no ya por costumbre o curiosidad, sino con deseo de poner en práctica las verdades que se oyen; 4ª, andar con solicitud en prepararnos a la confesión para hacer más meritorio el ayuno y disponernos mejor a la Comunión pascual.
- ¿En qué consisten el ayuno y la abstinencia?
El ayuno consiste en no hacer más que una sola comida al día, y la abstinencia en no tomar carne ni caldo de carne.
- ¿Se prohíbe toda otra refección los días de ayuno, fuera de la única comida?
Los días de ayuno, la Iglesia permite una ligera refección a la noche, o hacia el mediodía si la comida única se traslada a la tarde, y además la parvedad por la mañana.
- ¿Quiénes están obligados al ayuno y a la abstinencia?
Al ayuno están obligados todos los que sean mayores de edad, hasta que hayan cumplido sesenta años y no estén legítimamente impedidos, y a la abstinencia los que han cumplido catorce años y tienen uso de razón.
- ¿Están exentos de toda mortificación los que no están obligados al ayuno?
Los que no están obligados al ayuno no están exentos de toda mortificación, porque ninguno está dispensado de la obligación general de hacer penitencia, y así deben los tales mortificarse en otras cosas según sus fuerzas.
Algunas recomendaciones de un Santo y Doctor de la Iglesia:
¡Convertíos! ¿Por qué no más bien: alegraos? Mejor, ¡alegraos!: porque a las realidades humanas suceden las divinas, a las terrenales las celestes, a las temporales las eternas, a las malas las buenas, a las ambiguas las seguras, a las molestas las dichosas, a las perecederas las perennes. ¡Convertíos! Sí, que se convierta, conviértase el que prefirió lo humano a lo divino, el que optó por servir al mundo más bien que dominar el mundo junto con el Señor del mundo. Conviértase, el que huyendo de la libertad a que da paso la virtud, eligió la esclavitud que consigo trae el vicio. Conviértase, y conviértase de veras, quien, por no retener la vida, se entregó en manos de la muerte.
Está cerca el Reino de los cielos. El Reino de los cielos es el premio de los justos, el juicio de los pecadores, pena de los impíos. Dichoso; por tanto, Juan, que quiso prevenir el juicio mediante la conversión; que deseó que los pecadores tuvieran premio y no juicio; que anheló que los impíos entraran en el reino, evitando el castigo. Juan proclamó ya cercano el reino de los cielos en el momento preciso en que el mundo, todavía niño, caminaba a la conquista de la madurez. Al presente conocemos lo próximo que está ya este reino de los cielos al observar cómo al mundo, aquejado por una senectud extrema, comienzan a faltarle las fuerzas, los miembros se anquilosan, se embotan los sentidos, aumentan los achaques, rechaza los cuidados, muere a la vida, vive para las enfermedades, se hace lenguas de su debilidad, asegura la proximidad del fin.
Y nosotros, que vamos en pos de un mundo que se nos escapa, que no pensamos jamás en los tiempos que se avecinan y nos emborrachamos de los presentes, que tememos, colocados ya frente al juicio, que no salimos al encuentro del Señor que rápidamente se aproxima, que apostamos por la muerte y no suspiramos por la resurrección de entre los muertos, que preferimos servir a reinar, con tal de diferir el magnífico reinado de nuestro Señor, nosotros, digo, ¿cómo damos cumplimiento a aquello: Cuando oréis, decid: «Venga tu Reino»?
Necesitados andamos nosotros de una conversión más profunda, adaptando la medicación a la gravedad de la herida. Convirtámonos, hermanos, y convirtámonos pronto, porque se acaba la moratoria concedida, está a punto de sonar para nosotros la hora final, la presencia del juicio nos está cerrando la oportunidad de una satisfacción. Sea solícita nuestra penitencia, para que no le preceda la sentencia: pues si el Señor no viene aún, si espera todavía, si da largas al juicio, es porque desea que volvamos a Él y no perezcamos nosotros a quienes, en su bondad, nos repite una y otra vez: No quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva.
Cambiemos, pues, de conducta, hermanos, mediante la penitencia; no nos intimide la brevedad del tiempo, pues el autor del tiempo desconoce las limitaciones temporales. Lo demuestra el ladrón del evangelio, quien, pendiente de la cruz y en la hora de la muerte, robó el perdón, se apoderó de la vida, forzó el paraíso, penetró en el Reino.
En cuanto a nosotros, hermanos, que no hemos sabido voluntariamente merecerlo, hagamos al menos de la necesidad virtud; para no ser juzgados, erijámonos en nuestros propios jueces; concedámonos la penitencia, para conseguir anular la sentencia.