"Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres." (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16).

viernes, 29 de abril de 2016

El cerebro y las emociones V

MENTE RECEPTORA Y EMISORA

Prenotandos para los capítulos III y IV

Señorío mental. —El Rey de la Creación debe gobernar ante todo el reino de su mente; debe poder abrir sus puertas cuando quiera a las realidades maravillosas de fuera y a los pensamientos alegres y elevadores, y cerrarlas a los tristes y deprimentes.

La actividad de nuestra mente es doble
a)Receptora del mundo exterior mediante sensaciones conscientes (aparato fotográfico o receptor); atención externa suave, a colores, formas, objetos, movimientos, sonidos, etc. Esta atención no cansa. Es tónico del sistema nervioso. Produce alegría, enriquecimiento, paz y descanso. Es un retorno a las realidades materiales o corpóreas.
b)Emisora de imágenes (representación de sensaciones previas) o de nuevas ideas enriquecidas con otras experiencias, o de raciocinios elaborados consciente o inconscientemente (aparato proyector o transmisor); atención interna, creadora. Es trabajar, producir, y puede causar fatiga. Es retornar a las realidades intelectuales internas.
Basamos la reeducación de la mente en la distinción entre receptividad y emisividad de nuestro mundo psíquico, y en el axioma de que simultáneamente no podemos ser plenamente receptores y emisores; estar fotografiando un objeto y proyectándolo al mismo tiempo. Si nos damos cuenta exacta de lo que vemos u oímos, no podemos al mismo tiempo pensar en si lo hacemos bien, o en lo que nos entristece o atemoriza. Y, al revés, si pensamos en la injuria o peligro dejamos de darnos cuenta nítida de los colores y sonidos.
De ahí sacaremos dos consecuencias:
1º Poder descansar en la fatiga cerebral y en las tensiones que vienen de la mente emisora descontrolada, haciéndonos meramente receptores de sensaciones y actos conscientes.
2º Poder frenar las ideas que nos iban a irritar, entristecer o atemorizar, dándonos cuenta nítida de lo que vemos, oímos, palpamos, y hacemos.

III. RECEPTIVIDAD

Todo está en la receptividad (Dr. Vittoz)

La receptividad es un estado activo y consciente a lo que se recibe, y pasivo a todo lo demás. Tener conciencia de un acto no es pensar en él, sino sentirlo.
Recibir sensaciones conscientes comprende no solamente la simple excitación de los sentidos por el ruido, color, dureza, etc., y la consiguiente transmisión de las corrientes nerviosas hasta los centros cerebrales, sino también la vivificación de las sensaciones, la consciencia clara de las mismas y el dejarlas archivadas en la memoria.
El darse cuenta, el ser consciente de algo externo al Yo, de un acto, de un objeto real, no supone esfuerzo alguno ni interpretación propia o ajena del objeto o acto. Es un recibir inmediato, un acoger espontáneo, libre de todo pensamiento y emoción.
Tales sensaciones, de fuera para adentro, no frustradas por la distracción, ni alteradas por pensamientos o razonamientos subjetivos, son tonificadoras del cerebro y del sistema nervioso; producen paz, alegría, tranquilidad y reposo. Dejamos obrara la naturaleza. Es el mundo objetivo que entra en nosotros y nos enriquece con todas sus bellezas.

Si sabes recibirlo en tu interior, te alegrará y apaciguará el azul del cielo, la paz de la noche estrellada, la hermosura y variedad de las flores, la frescura del aura matinal, el susurro de la fuente, el silbido del viento, el verdor de los campos, el trinar de los pájaros, los cantos de los niños inocentes.

Muchas personas, máxime los nerviosos, preocupados, apasionados y casi todos los enfermos psíquicos, rara vez tienen sensaciones nítidas. Viven en su mundo subjetivo triste e irreal. Salen poco al mundo exterior, hermoso y alegre, como criado por la Belleza Infinita, y cuando salen, modifican sus sensaciones con pensamientos extraños, subjetivos, exagerados.


REEDUCACION DE LA CONCIENCIA RECEPTIVA

Sensaciones visuales
Para reeducarte, procura aplicar tu vista por uno o varios segundos a un paisaje, a un objeto, a un color, a un detalle, con atención tranquila, casi pasiva, sin prisas, sin fijar tu pensamiento en otra cosa. Deja que el objeto penetre dentro de ti, a lo más íntimo de tu ser, al centro de tu conciencia. Deja que entre tal cual es, sin esfuerzo, sin modificaciones subjetivas. Tendrás que saber esperar, a veces, a que la sensación llegue a ti. Hay que mirar, no rebuscar. Ver sin decirte nada, sin examinarte cómo lo haces (esto lo harás después). Imita al niño de pocos años, que sólo recibe. Se da cuenta del hecho o del objeto, pero no discurre sobre sus causas o efectos. Para eso conserva tus ojos blandos, y con frecuente parpadeo, tendiendo a la sonrisa. Tras una pequeña pausa, en que los podrás cerrar suavemente y respirar con más soltura, enfoca otro objeto o detalle.
Después de algunos titubeos y fracasos, lo que no tiene que desanimarte, de repente descubrirás que has acertado, que una sensación entró en ti por un instante, sin haber tenido que esforzarte y sin haber pensado en nada mientras la recibías. Prono llegará esto a serte agradable y te dará la impresión de verdadero descanso.
También te convencerás del poder de la sensación para frenar cualquier otra idea, sea de desagrado, preocupación o tristeza; pues mientras recibías la sensación exterior, pararon en ti esas ideas.

Sensaciones auditivas
Aplica tu oído a un sonido próximo o lejano, también por uno o pocos segundos. Déjate penetrar por las ondas sonoras, con naturalidad, sin discurrir sobre el hecho, ni sobre su causa. Sé un mero receptor del ruido, y percíbelo con placer y descanso. Para hacerlo mejor, ayudaría el cerrar suavemente los ojos.
No analices ni te juzgues, ni pienses en el camión, persona u objeto de donde viene el ruido. Aquí también lo importante es que estés plenamente relajado, confiando en tu oído y con la paciencia para esperar a que el sonido llegue a ti. Normalmente el mundo exterior debe llegar a nosotros sin que tengamos que ponernos tensos para recibirlo.
El día en que te acostumbres a dejar entrar en ti los ruidos exteriores, sin tratar de protegerte contra ellos; cuando renuncies a estar a la defensiva y los aceptes siendo mero receptor, caerás en la cuenta de que hay muy pocos ruidos que te puedan molestar.
"He aprendido a beber el sonido", decía graciosamente una paciente. Si recibes así los turbulentos movimientos de carruajes, muebles, o personas vecinas, o el ronquido de tu compañero de alcoba, esos ruidos serán para ti suave murmullo u ocasión de ejercicio de receptividad y medio de distensión nerviosa o muscular.
Yo mismo empecé a mejorar del insomnio, del que sufrí varios años, cuando aprendí a ser mero receptor de ruidos durante el día; y me curé la semana en que, en lugar de taparme los oídos en la cama, quise oírlos recibiéndolos tales como eran. El remedio llegó a ser radical, cuando, tratándose del ronquido de un vecino, conseguí deleitarme en el ritmo y variedad de aquellas ondas sonoras, sin dar lugar a los pensamientos que antes me ponían tenso . Uno era éste: "Ya podía ese vecino esperar a que yo me durmiera"; y el otro: "Si ahora no duermo, no podré trabajar mañana". Pensamientos que fácilmente dominará quien practique los cap. XIII y XIV.

Sensaciones del tacto
Tu mano está sobre la mesa o agarra algo. Recoge esa sensación del contacto de tu piel con el objeto. Lo difícil al principio es no pensar en el objeto, sino sólo sentir algo en los dedos, darse cuenta de esa sensación. Si me digo: "Está frío, es duro, es un lápiz", no hice bien el ejercicio. Me di a interpretar, cuando solo tenía que percibir sencillamente una sensación.
Esta toma de conciencia es un fenómeno que tiene que efectuarse en los dedos o en la parte del cuerpo que se 'pone en contacto con los objetos: pie y suelo, espalda y respaldo, etc., etc.
No te extrañes si, al principio experimentas gran dificultad y no sientes nada. La atención táctil está poco desarrollada en el hombre moderno, incluso a veces puede estar completamente inhibida. Con todo, al recuperarla o encontrarla te habrás enriquecido con uno de los mejores medios para distenderte y descansar cuando lo desees.
Caso práctico. Estás acostado; un torbellino de ideas te invade y no puedes dormir. Si te pones a recibir por unos segundos las sensaciones que te vienen del contacto con las sábanas, llegarás rápidamente a frenar las ideas, aflojar los músculos y facilitar el sueño.
Lo mismo puedes conseguir si, dejando que tu mano o brazo derechos se posen sobre el colchón con todo su peso, sin tú sostenerlos, te das cuenta de ese peso, y luego, que van pesando más y más cada vez. Hazlo después con tu brazo izquierdo, y luego con tus piernas y pies. Pronto llegarás a no sentir nada, porque estarán como muertos, sin movimiento, o lo más probable es, que no lo percibirás porque estarás dormido.
El entrenamiento autógeno del profesor Schultz se basa en esto y en la fuerza de la concentración de la atención, como veremos en el capítulo siguiente.

Sensación de movimiento en mí
Muchos se mueven como autómatas y, aun sin tener enfermedad orgánica, sólo sienten su cuerpo en la fatiga y dolor. La experiencia enseña, que, quien llega a sentir de nuevo las sensaciones normales que vienen del cuerpo, acaba pronto con los síntomas de cansancio.
Lo mismo pasa, dice el Dr. Arthus, con los calambres, agujetas, espasmos, movimientos involuntarios y muchas manifestaciones dolorosas ligadas a estos estados. A condición, por supuesto, de que no provengan de una enfermedad orgánica del sistema nervioso, diagnosticable por el médico.
Ejemplos: a) En el que se halla dominado por tics, la contracción involuntaria de los músculos del rostro desaparece en cuanto el enfermo se da cuenta nítida de su movimiento involuntario y siente que sus músculos se contraen. Como consecuencia el fenómeno entra en el campo de su atención voluntaria y queda bajo el control de su YO consciente.
b) La falta de precisión, los movimientos sin sentido, los temblores, sin causa orgánica, se pueden corregir por el desarrollo de la receptividad de sensaciones cinestésicas, es decir, las que acompañan a los movimientos.
Entrenamiento. Siéntate cómodamente en un sofá y abandónate enteramente. Siente que tus brazos se relajan, que todos tus músculos se aflojan... brazos, piernas, espalda, cuello, rostro. Te asombrarás al notar cuan tenso estabas sin saberlo, y cuan necesaria es a veces una suave pero obstinada paciencia para conseguir una relajación general y completa.
Después, cuando hayas aprendido a producir esta relajación, podrás también fijarte en los músculos de la respiración. Siente el diafragma (vientre) y el tórax (pecho) que se dilatan y vuelven por sí mismos a la posición normal. Sólo por unos segundos.
¡Pero cuidado! No hagas de este entrenamiento un ejercicio de gimnasia respiratoria. Nada de violencia. No hay que forzar nada. Se trata sólo de sentirse respirar y nada más.
Más tarde, después de tres o cuatro días de entrenamiento, comenzarás a tener conciencia de algunos movimientos.
Siempre en el sofá, haz lentamente, pero sin paradas, movimientos de flexión del antebrazo sobre el brazo; el derecho, el izquierdo, luego los dos a la vez.
XI principio hay peligro de mandar u ordenar el movimiento, o de convertirlo en gimnasia sueca. Pero pronto te acostumbrarás a dejar a tus brazos que se muevan, recibiendo simplemente las sensaciones que de ahí te vienen. Siempre por pocos segundos y teniendo mucha indulgencia consigo mismo.
Pasados varios días, llegarás a sentir primero un movimiento, luego dos; más tarde tres movimientos sucesivos, y notarás que este ejercicio te da una impresión de relajación muy nítida y una tranquilidad mental y fisiológica muy apreciable.
Dominadas las sensaciones motrices del antebrazo, puedes pasar a sentir las del brazo extendido hacia adelante o hacia atrás a un lado o al otro (movimientos horizontales); luego las de los movimientos verticales hacia arriba o hacia abajo. (Estos se hacen mejor de pie). Mas adelante los movimientos de flexión, de extensión y de torsión del tronco, y movimientos de la cabeza. Hay que dejar que ellos se hagan contentándonos con sentir que se hacen. Siempre por pocos segundos.
Por fin puedes ejercitarte en sentir los movimientos de las piernas: De pie, apoyada la mano izquierda sobre una mesa, balancea la pierna derecha teniendo el muslo izquierdo algo inclinado e inmóvil en esa postura. El balanceo que sea pasivo, como un péndulo, como algo muerto. Luego haces lo mismo con la otra.
Cuando hayas llegado a sentir bien los movimientos de las piernas, podrás pasar a entrenarte en lo más útil de esta técnica, en la marcha sentida, es decir, en el
Caminar conscientemente. —Según caminas con buen paso, ni muy lento ni demasiado rápido, siente que se mueven tus piernas sin tú mandarlas; o siente el contacto del pie con el suelo, o la flexión de la pierna por la rodilla, etc., etc.
Al principio sólo podrás captar una u otra de estas sensaciones, pero poco a poco, tendrás conciencia nítida de unas y otras. Más tarde llegarás a sentir en bloque el conjunto de esos movimientos y con ello la sensación de soltura.
Este ejercicio es utilísimo para vencer la agorafobia, o amagos de mareo. Es también un medio práctico de distensión. En vez de ir a tu oficina o trabajo. con preocupación y tensión, haz algo de marcha sentida, camina conscientemente, y convertirás el tiempo "perdido" de ida y vuelta en tiempo consagrado a la higiene mental, a la relajación y a mejorar tu atención y control.
Si lo haces al volver de tu trabajo, llegarás a casa descansado, libre de preocupaciones profesionales, y, lo que vale más, sonriendo y de buen humor, que contribuirá al mayor contento de tus familiares.

Actos conscientes
Los ejercicios de receptividad visual, auditiva, táctil, se pueden después aplicar a la vida ordinaria: hacer conscientemente algo de lo que antes hacíamos sin darnos cuenta.
Por ejemplo: Oye el agua que fluye en el lavabo o en la ducha. Siente las medias en las piernas, los zapatos en los pies cuando te calzas. En tus manos siente el asidero del cajón o de la puerta, cuando los abres o cierras, o la barandilla de la escalera. Cuando salgas siente el viento en el rostro, los pasos que vas dando, la propia respiración, el aire que entra, el pecho que se Llena, etc., etc. Haz con paz algo de esto.
El ideal sería sentirlo todo; ser mero receptor mientras no se necesite pensar. Pero esto implicaría para algunos esfuerzo, tensión, tal vez obsesión, sobre todo en los principios. Lo que sería convertir la medicina en veneno. Seamos, pues, realistas. Cuando no tengas que pensar, discurrir, proyectar, leer, etc., aprovecha esos ratos libres para sentir algo.
La primera sensación percibida será la más consciente. Cuida al mismo tiempo de que los músculos de la frente y de los ojos estén sueltos y relajados, pues cuando hay tensión neuro-muscular, fácilmente habrá también tensión síquica y, con ella, falta de paz en las sensaciones; y. al revés: si los músculos se aflojan, también el espíritu tiende a aliviarse.
Ejercítate en estas sensaciones varias veces por la mañana y por la tarde, por ejemplo, en tres o cinco ocasiones, distintas, empleando en ello dos o tres minutos cada vez, recibiendo tres o más sensaciones por cada sentido. Realiza en lo posible el "haz lo que haces", es decir, que te des cuenta nítida de lo que estás haciendo.

Efectos beneficiosos de la receptividad
Como esos ejercicios no implican trabajo alguno, sino sólo descanso y paz, no hay inconveniente en multiplicarlos, v. gr., 20 cada hora, (ya que cada ejercicio sólo dura unos segundos).
El pensar inconscientemente tiende a ser impreciso, atropellado y obsesionante. "Nos bulle el cerebro", repiten a menudo los nerviosos. Cuanto más lo vayan frenando por estas paradas mediante las sensaciones y actos voluntarios conscientes, tanto más tranquilas, nítidas y normales serán sus
ideas, pues reflejarán más el mundo exterior. Su facultad de mirar a ese mundo exterior, se desarrollará más y más, y sentirán mejor la impresión de "realidad" que antes les faltaba.
En pocos días de sensaciones conscientes notarán mayor paz y alegría. El mundo les aparecerá más hermoso ya que les impresionará tal cual es en sí, sin las modificaciones tristes de su inconsciente descontrolado..
Así me lo afirmaba una persona muy deprimida: "Después de diez días de sensaciones conscientes, me siento otra; el mundo me parece alegre y hermoso". Es que antes lo miraba bajo el prisma de sus pensamientos tristes, o tal vez lo miraba, pero no lo veía; no se daba cuenta de lo que llegaba a su retina.
Con este ejercicio se han curado muchos nerviosos y han adquirido más paz y dominio muchos sanos.
Son casi mil las visitas y cartas de agradecimiento que he recibido por este capítulo, sobre, todo en Estados Unidos.
El Dr. Frangois Ledoux presentó en 1960, en el Congreso de sicosíntesis de Villeneuve, Suiza un trabajo sobre "Desarrollo de la personalidad por la receptividad". De él entresacamos abreviándolo el siguiente caso4.
Una señora de 52 años. Postrada, mirada apagada, palabras sin vida, sin interés por la existencia; incapaz de concentrarse, ni del mínimo trabajo psíquico o físico; jaquecas desde los 17 años; frigidez desde hace 6 años; insomnio total desde hace 18 meses, a pesar de fuertes dosis de barbitúricos; agudas fobias al ruido y crisis de diarreas al viajar.
Después de cuarenta y ocho horas de tratamiento por las sensaciones y actos conscientes, hubo ligera distensión y mirada algo más viva. A los ocho días no toma más calmantes y duerme varias horas. Al mes duerme nueve horas seguidas, y encuentra gusto en la vida. A los dos meses la frigidez, jaquecas y diarreas desaparecen. Tolera el ruido y la agitación a su alrededor. A los tres meses y medio comienza de nuevo a enseñar matemáticas dos horas al día. Un año después reemprende con plena dedicación su vida profesional. Han desaparecido todos los síntomas.

Aplicaciones para vencer repugnancias
Ante un manjar común de cualquier país, si sientes apetito y eres mero receptor encontrarás agrado al percibir su sabor.
Pero si eres emisor y antes de probarlo o mientras lo pruebas, piensas en su color semejante al que te repugna, o recuerdas las manos sucias del cocinero, o la mosca que cayó en el' plato, entonces la percepción en tu paladar fue influenciada por tus pensamientos negativos, no fuiste mero receptor, sentiste repugnancia.
Ante una bebida: agua, leche, vino, si eres mero receptor del sabor sentirás agrado. Pero... una experiencia de China:
Viajaba en barca con tres alumnos. Al mediodía saqué mi termo y bebí un vaso de leche caliente. Ellos mostraron deseos de imitarme y les di su vaso que tomaron con gusto. Poco después me preguntaron qué era aquello tan bueno. Al decirles que era leche de vaca, recordaron lo malo que habían oído de ella en casa, empezaron a sentirse mal y la devolvieron.
Ante un desconocido si estás como mero receptor de su fisionomía, talla o voz probablemente sentirás agrado y paz. Pero si al ver su vestido y oír su voz vives inconscientemente el gran susto o desagrado que tuviste en tu infancia ante una persona parecida, estás siendo emisor y transfiriendo a este desconocido el temor o aversión de tu infancia.
¡Cuántas fobias, transferencias, reflejos condicionados, etc., se podrían evitar ó curar si percibiésemos el mundo exterior tal cual es.
Todo es del color del cristal con que se mira, dijo el poeta. Quiere decir que todo puede quedar modificado y con frecuencia distorsionado si no somos meros receptores, si estamos pensando mientras miramos.

¡ATENCION! Estos y los demás ejercicios que proponemos en la primera parte no son para ocasionarnos tensión, preocupación u obsesión, sino al contrario, para aliviarnos, tomándolos con alegría y optimismo. Son como una gimnasia psíquica que nos devolverá pronto la paz, el descanso y la alegría, según los vayamos haciendo cada día con mayor naturalidad y perfección.

Tampoco hay que temer que al sentir nuestros actos o movimientos los perturbemos, o destruyamos su espontaneidad o la del hábito. Este peligro se daría si en lugar de ser conscientes o meros receptores de lo que en nosotros pasa, estuviésemos pensando en lo que hacemos o vamos a hacer, es decir, si somos emisores.
Los pintores chinos antes de pintar se retiran a la montaña para contemplar y sentir la naturaleza, dejándola entrar en sí con todas sus bellezas y modalidades, para después trasladarlas al lienzo tal como las sintieron, por eso tienen tanta vida y sentimiento sus cuadros. Este' dejar entrar dentro de sí las bellezas exteriores es la primera cualidad del pintor y del poeta.

4 "Le Dr. Roger Vittoz et l'angoisse moderne". Editions du Levain, 1, rue de 1'Abbé Grégoire. Paris VIe.

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