"Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres." (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16).

sábado, 3 de enero de 2015

El cerebro y las emociones. II

PRIMERA PARTE:
LA FELICIDAD Y SUS MECANISMOS PSÍQUICOS.

I
   Antes de exponer los medios prácticos para aumentar nuestra dicha y destruir sus obstáculos sería útil aclarar el concepto mismo de felicidad. Para ello, este primer capítulo, que, aunque forzosamente abstracto, será orientador de la técnica concreta que le sigue. Tratamos de la felicidad del "destierro"; forzosamente limitada e imperfecta.


FELICIDAD FALSA Y VERDADERA.

   En el palacio de la pseudofelicidad, o de la dicha aparente, se nos presentan en la fachada placeres, riquezas, diversiones, etc. No está allí la felicidad. Del interior salen continuamente estas voces: "Vacío, intranquilidad, hastío". La riqueza no satisface; no llenó a 80 millonarios que se suicidaron en Estados Unidos en un solo año. Tampoco el placer, confundido con la felicidad. Muchos, por identificarlos, se entregan al vicio, pero encuentran abyección, hastío, enfermedad, remordimiento, muerte prematura y tal vez condenación eterna. Tampoco nos llenan 'las diversiones inmoderadas. ¡ Cuántos jóvenes sienten el vacío de su vida sin ideal! Tendrían que llenarlo con la satisfacción del deber cumplido o del sacrificio por una causa noble, pero se contentan con encubrirlo en un cúmulo de diversiones, o lo quieren ahogar con la risa chocarrera o la agitación desenfrenada. Nunca serán felices, por ese camino. 
   Felicidad es densidad de existencia o de vida.
En el grado más bajo está la del animal que se reduce a saciar sus instintos corporales.
Subiendo más alto viene la del hombre, que, además de cuerpo, tiene alma con capacidad de percibir. poseer y aumentar la belleza, la verdad y la bondad. Densidad de existencia estética, intelectiva, afectiva y creadora, que puede crecer en altura, profundidad y extensión y que es incomparablemente mayor que la del animal.
El hombre, elevado por la Gracia a una existencia sobrenatural, tiene posibilidades de realización y de gozo, en cierto modo, divino. Lo sabemos sólo por la fe, y lo sentimos en momentos de fervor. Vida que, en la eternidad, tendrá una densidad de existencia rayana en lo divino.
Dios tiene esta densidad de existencia infinita a! conocer, amar, realizar y gozar.
   ¿Será grandeza el despreciar la felicidad de esta vida?
   Hay quien desprecia este tema por parecerle imposible su consecución. Ignora lo que puede su espíritu y su elevación sobrenatural. Se siente incapaz de ella.
Despreciar la felicidad falsa, la del egoísta, la del éxito aparente, la del que, tras una fachada de contento, está ocultando un alma insatisfecha, eso sí sería grandeza (hasta cierto punto).
   Pero desdeñar la felicidad verdadera es una trágica grandeza.
Conquistarla por el heroísmo es la verdadera grandeza; como cuando de lo profundo del fracaso se hace brotar el éxito espiritual.

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