"Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres." (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16).

miércoles, 14 de enero de 2015

El cerebro y las emociones IV

II

REEDUCARNOS PARA LA FELICIDAD

    Los que buscan la dicha donde no se encuentra, en el vicio, vanidad o desorden, tendrán que comenzar por enderezar sus vidas por el camino del deber y de la virtud. Los libros de educación moral y ascética se lo enseñarán. En éste queremos ayudar a los muchísimos de buena voluntad que, a pesar de caminar por el sendero verdadero, no son tan, felices como debieran serlo, por no entender ni manejar convenientemente los mecanismos psíquicos que les darían unidad y plenitud de vida en el presente momento.

    Unos carecen .de nitidez y precisión en lo que perciben por los sentidos; no se dan cuenta exacta de lo que, ven o hacen; no dejan entrar en sí la paz y alegría de las sensaciones conscientes ni del placer estético. Otros, por excesiva fatigabilidad o por divagación mental, no consiguen reposo y profundidad en sus pensamientos careciendo del gozo y eficiencia que su trabajo mental ordenado les daría. A otros les domina la indecisión e inconstancia; no saben utilizar la fuerza inmensa de su voluntad. Finalmente, otros muchísimos sienten antipatías y repugnancias, atractivos e inclinaciones que les dominan o arrastran más allá del deber; o tienen tristezas, temores o disgustos exagerados; les falla su mecanismo emocional. Conozcamos, pues, estas cuatro .facultades o mecanismos psíquicos, para poderlos controlar y aumentar así nuestra dicha.

    En el cuadro sinóptico que ponemos a continuación, especificamos un poco más los síntomas, causas y remedios de esa falta de control cerebral y emocional que nos impide ser felices. No es nuestra pretensión, en tan brevísimo esquema, abarcar todo el problema de las molestias psíquicas o psico-somáticas, ni tampoco queremos deslindar las fronteras entre lo físico y lo espiritual, que tantas veces se confunden y entreveran. Sólo queremos ilustrar pedagógicamente a los que sufren o pueden sufrir de ese control insuficiente: que un golpe de vista les haga abarcar todo el panorama.

    Este cansancio, debilidad o malestar no es mera imaginación del paciente. Es una enfermedad real y penosa; pero de ordinario no es primordialmente orgánica, sino psíquica. Difícilmente la entienden los que no la experimentaron. Por eso, el que la sufre no ha de esperar esa comprensión y así se ahorrará profundos desengaños.



ADVERTENCIA IMPORTANTE

     El tener algunos de estos síntomas no es señal de anormalidad, ni menos, de enfermedad peligrosa o difícil de curar. Casi todos hemos tenido o tendremos alguna de estas deficiencias o falta de dominio.
    Un gran psiquiatra de la Universidad de Bogotá excluía de esta debilidad a solo Jesucristo y su Santísima Madre. Si no eres aprensivo y recorres estas páginas, no por sentirte enfermo, sino buscando mayor salud, eficiencia y felicidad, entonces el cuadro sinóptico te ayudará a enfocar y conseguir ese poco que te falta y a comprender a los demás.




    Para entender mejor el esquema, será bueno adentrarnos en el psiquismo de los enfermos, oyendo sus propias descripciones. Por desgracia, en nuestro siglo de vida acelerada, son éstos legión, reclutados no precisamente entre nulidades intelectuales o afectivas (que en éstas no suele haber la exuberancia de vida psíquica necesaria para exceder la medida y descontrolarse); se encuentran sobre todo entre pensadores, escritores, hombres de grandes empresas; entre personas de sensibilidad exquisita, entre estudiantes de grandes aspiraciones y talento, entre oficinistas u obreros superdotados. ¡A cuántos conferenciantes, escritores o profesores de fama internacional hemos visto en nuestros días fulminados de "surmenage"! Del naturalista Carlos Darwin nos cuentan que no podía trabajar más de dos horas por día. El propio Dr.Vittoz comenzó por curarse a sí mismo.
          No es, pues, vergonzoso ni deprimente declararse enfermo psíquico.
    N.I.M. se describe así: "A los 20 años, con una afición insaciable a los libros, me encontré repentinamente imposibilitado de estudiar, diez minutos de lectura o de escritura bastaban para dejar en mí una sensación penosísima de fatiga, dolor, y más frecuentemente, de calor alrededor de la cabeza y de las órbitas. Imposible, por otra parte, repeler esa sensación y concentrarme en otras ideas. Un tropel de pensamientos sucediéndose de modo obsesionante me oprimían sin que supiese frenarlos; pensamientos de ordinario tristes, recordando el pasado, o angustiosos previendo desgracias para el futuro, a veces tan obsesionantes, que ni la conversación, ni los paseos, ni el trabajo manual conseguían apartarlos totalmente. Era un desgarrarse el alma en lo más íntimo, era como si otro "yo" se sobrepusiese al "yo" consciente. Y con el pasar de los días... desaliento, preocupaciones, sentimiento de inferioridad, indecisión; otras veces, brusco tránsito del optimismo al pesimismo, de la alegría a la tristeza, sin causa objetiva.
    "El camino quedaba franco para todas las fobias , temor de aparecer en público, amagos de vértigo, escrúpulos de conciencia, etc., etc." Poco después, el insomnio o el descanso poco reconfortarte, interrumpido por sueños y pesadillas. Al levantarme me encontraba más cansado que cuando me acostaba.
    "Agravábase el mal y la tristeza por la incomprensión de los que me rodeaban: unos, al verme robusto y exteriormente bien dispuesto, diagnosticaban una enfermedad imaginaria; otros, con caridad, pero no según la ciencia, trataban de persuadirme que hiciese lo que tan ansiosamente anhelaba, esto es, no preocuparme, distraerme, no temer, dominarme; pero no me enseñaban el modo de hacerlo. Era como si a quien sufre de tos o vómitos le aconsejasen que no tosiese ni vomitase, pero no le diesen los remedios para ello.
    "Así seguí por diez años, hasta que con seis meses de ejercicios de reeducación cerebral, fui de tal modo venciendo todas estas dificultades, que me olvidé de que estaba enfermo, y aunque no he conseguido la misma capacidad de trabajo que antaño, me encuentro curado y satisfecho".
    Mi propia experiencia — Yo también hube de pasar por estos tristes estados. Introspección penosísima, pero útil en mi psiquismo descontrolado, realzada e iluminada primero por la ciencia y los consejos del célebre psicólogo jesuita P.Laburu, y completada y sistematizada después en Lausanne por el Dr.Henry Arthus, según los preceptos del Dr. Roger Vittoz.
    Ello me dio la clave de mi curación por la reeducación del control cerebral, y esto mismo, confirmado por el estudio y la práctica con el Dr.Arthus y por el trato con muchos enfermos, me enseñó a orientar y consolar a los que sufren de mal semejante.
    A orientar y consolar digo, no a prescindir de la asistencia médica, pues, aunque los síntomas parezcan semejantes, suelen a veces tener raíces tan profundas que sólo la consulta de un psiquiatra espiritualista puede ofrecer seguridad y provecho.
    Tragedia estudiantil. —"Tengo 18 años; antes era un roble: podía leer horas y horas sin fatiga, me sentía optimista y capaz de todo. Pero el curso pasado estudié muy poco y me divertí mucho con otros compañeros. Al acercarse el examen pasamos varias noches estudiando juntos hasta las tres de la madrugada, apartando el sueño a fuerza de café. Pasada la prueba no sé lo que me sucedió. El sueño es para mí un tormento: es una cinta de imágenes, o una sola que se repite continuamente. De día también me bulle el cerebro. No puedo atender a la conversación, me cansa la lectura, no sé distraerme, me aterra la vida, tengo miedo de todo y hasta de mí mismo".
    Este joven perdió el control por exceso y desorden en el trabajo mental. Tenga ánimo, fortalezca un poco su sistema nervioso sobreexcitado, viaje un poco, descanse, y comience luego el trabajo de reeducación psíquica.
    Lector amigo, si no sientes todos esos síntomas ni tienes necesidad de tratamiento psíquico, con todo es posible que te moleste alguno de ellos. Si logras eliminarlo tendrás más salud.
    Reconozcamos que las emociones nos dominan con frecuencia. "Soy muy nervioso, muy sensible, tengo demasiado corazón", dicen algunos para cohonestar sus faltas. "Soy poco señor de mis pensamientos y sentimientos", deberían decir.
    Ahora bien, para gobernar los sentimientos es necesario dominar los actos y las ideas, pues la idea precede e inclina al acto; y los actos y las ideas modifican los sentimientos1.
    Los sentimientos son una fuerza anárquica, como el vapor de la locomotora. Nuestras ideas y nuestra voluntad son el maquinista que los utiliza y dirige.
    Necesitamos, pues, controlar bien nuestras ideas. Pero, cuántos hay que no saben lo que piensan, o que no piensan lo que quieren, dominados como están por continuas distracciones, en el estudio, durante el trabajo, en la oración. ¡Cuánto cansancio innecesario! Cuántas energías perdidas por falta de unidad psíquica! Y podrían ser grandes genios, inventores, artistas, santos, si aprendiesen a concentrar sus fuerzas intelectivas y volitivas2 en un ideal.
    ¡Cuántas personas quieren, o les parece que quieren! Pero no ejecutan sus propósitos, porque de hecho no tuvieron actos verdaderamente volitivos: no saben utilizar esa fuerza sublime, inmensa, que llamamos "voluntad".
Cuántos no saben ser felices, ni siquiera en el grado más bajo y fundamental, gozando por lo menos del descanso psíquico en el sueño sereno, o en las sensaciones conscientes, tranquilas y perfectas, que nos ponen en comunicación y en posesión de la bondad y belleza objetiva de la creación.
    Trataremos, pues, de reeducar nuestra receptividad, esforzándonos por tener sensaciones y actos conscientes y voluntarios, con el consiguiente descanso y paz.
    Luego conseguiremos el dominio de nuestros pensamientos de cosas sensibles o espirituales, concretas o abstractas, hasta llegar a pensar cuando queramos y en lo que queramos, y a desviar la atención de lo que nos molesta o perjudica, reeducando para ello la emisividad intelectual.
    Finalmente, pudiendo pensar clara y libremente en la acción que proyectamos y en los motivos o bienes que con ella pretendemos, podremos quererla de veras y pasar libre y fácilmente a su ejecución, aun bajo la repugnancia o el temor subconsciente3.
    Y con el pensamiento y la voluntad expeditas podremos modificar y controlar nuestros sentimientos y emociones. En otras palabras, conseguiremos ser hombres racionales, señores de nosotros mismos, y no esclavos de pensamientos o de impulsos irracionales.




_____________________________

1 Véanse explicaciones y pruebas en Eymieu "Le gouvernement de soi méme".
2 Volitiva = de la voluntad. Intelectiva = del entendimiento.
3 Al hablar de subconsciente o subconsciencia no queremos en este manual práctico hacer hincapié en distinciones filosóficas, sino únicamente poner de un lado lo consciente y del otro sin más distinción, lo inconsciente y subconsciente.
Fenómenos conscientes son aquellos de que tenemos conciencia (nos damos cuenta) o porque en ese momento los estamos percibiendo, pensando o sintiendo, o porque podemos después traerlos voluntariamente a la conciencia.
Inconscientes: ideas, sentimientos, etc., de que no tenemos conciencia, ni podemos fácilmente tenerla.
Subconscientes: aquellos de que no nos damos cuenta sino rutinaria y deficientemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario