Nací en una granja, críeme en el campo,
con la gente que reza y que vive del santo trabajo.
Los dos seres que vida me dieron,
murieron temprano,
y mi padre me dijo al morirse: -Hijo mío, en el llar hay un clavo,
del que pende un tesoro bendito… ve, búscalo y tráelo.
Fui, busqué, remiré y a mi padre, solo pude alargarle…un Rosario.
-¡Es él- dijo al verlo, mi tesoro santo,
la herencia bendita que te dejo y que a mí me dejaron.
Tu abuelo, mi padre, tuvo callos de tanto rezarlo,
y tu madre con él en el cuello se fue al Camposanto.
Yo quíteselo allí y ahora muero gustoso besándolo.
Bienes de la tierra, hijo mío, no puedo dejártelos;
pero en este Rosario te dejo los tesoros de un padre cristiano.
Para ti que no sabes de letras, es un gran catecismo el Rosario,
y en los días que vayas a Misa, buen devocionario,
que sabrás tu leer cuando sepas mejor meditarlo.
No hay medio más útil para nunca caer en pecado,
para siempre cumplir los deberes, para hacerse de todos hermano.
Si más se rezara, no se vieran ni guerras, ni escándalos,
ni presidios ni jaulas de infierno… sino dulces hogares cristianos.
Cuando tomes esposa, hijo mío, siempre te una con ella este lazo;
y los hijos que el Cielo te diere, dales tu por herencia el Rosario.
Con él, siendo pobre, siempre tuve salud y trabajo;
y el pan nuestro que a DIOS le pedía, jamás me ha faltado.
Mas… ¡ya siento acercarse a la Virgen!
¡Ya me duermo tranquilo en sus brazos!
Murióse mi padre, y era entonces yo, un pobre muchacho.
Hoy que soy un hombre, y recuerdo los tiempos pasados…
al mirar a mi Patria en la horca y a la Iglesia en el Monte Calvario…
¿Qué será?, ¿qué será?, me pregunto,
y el pueblo cristiano con su muerta piedad me contesta:
ES QUE POCO SE REZA EL ROSARIO.
Ángel de la Granja.
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