Quiero compartir con ustedes una serie de pensamientos que rondan nuestros corazones desde hace tiempo... ¡Justamente desde el momento en que nos enamoramos de Cristo!
Cuando uno ama, desea dar la vida por el ser amado. ¿Pero qué significa dar la vida por Cristo? ¿Cuál es el verdadero significado de dar la vida? Intentaremos explicar en este artículo qué significa para nosotros, como familia católica, dar la vida por Nuestro Señor.
El martirio es un hecho al cual los cristianos estamos habituados desde los mismos comienzos de la Iglesia. La muerte del cuerpo, aceptada por amor y con alegría, ha sido la manera más perfecta de entrega y ha sido una constante a lo largo de toda nuestra historia. Si bien en muchos países todavía hoy, los cristianos son asesinados y sometidos a terribles persecuciones, hay otra manera de dar la vida por Cristo, otra manera de morir. Esa manera es vivir en el mundo sin ser del mundo. Morir al mundo para vivir en Cristo.
Vivimos inmersos en una cultura y en una sociedad que ha desplazado, podríamos decir sin miedo a equivocarnos, a Dios sin ningún remordimiento. En esa sociedad, en esa cultura globalizada, nos movemos a diario, ese es el mundo en el que nos toca criar a nuestros hijos. Vivimos en el mundo pero no somos del mundo, no le pertenecemos al mundo, no amamos las cosas de este mundo.
Esto es lo que Cristo nos enseña en el Evangelio. Leemos en la Primera Carta de San Juan:
«No améis al mundo, ni las cosas que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no es del Padre sino del mundo. Y el mundo, con su concupiscencia, pasa, más el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre». (1 Jn 2:15-17)
Monseñor Straubinger, una autoridad en la materia, explica este pasaje: "Sorprende el hecho de que la Escritura sea siempre más severa con el mundo que con el pecador y esto es porque el pecador no presume ser bueno, mientras que el mundo sí reclama una patente de honorabilidad, pues, con la habilidad consumada de su jefe (el príncipe del mundo, Satanás Juan 14,30)reviste el mal con apariencia de bien.
Refiriéndose al versículo 16, decía un predicador: "No os llamo pecadores, os llamo mundanos que es mucho peor, porque a todas las concupiscencias el mundo junta, como dice San Juan,la soberbia que, lejos de toda contrición, está satisfecha de si misma y aun cree merecer el elogio que os prodigan otros, tan mundanos como vosotros"".
Al intentar vivir con radicalidad el Evangelio, las familias católicas nos enfrentamos al mundo por lo tanto, nos oponemos al mal con apariencia de bien. No queremos los elogios del "mundo". Solo buscamos agradar a Dios, no queremos ser mundanos. Esa manera de vivir, ese querer ser coherentes entre la fe que profesamos y nuestras acciones nos lleva a tomar decisiones trascendentes en la vida, nos lleva a ir contracorriente.
Una de las decisiones que hemos tenido que tomar es asumir la total responsabilidad sobre la educación de nuestros hijos, la desescolarización es una de las decisiones que hemos tomado, uno de los caminos, pero no es el único. La formación integral incluye muchas otras cosas como la música que se escucha en nuestro hogar, las películas que se ven, el vocabulario que se utiliza, la decisión de tener o no televisión en casa, las amistades que se tienen, etc.
Vivir como Dios manda implica asumir el gran desafío, no solo de vivir en el mundo sin ser del mundo, sino de educar a nuestros hijos en la fe. Y para que ellos la vivan como propia y no solamente como la fe de sus padres, debe ser sembrada en ellos, cuidada y regada la semilla desde pequeños. Para alcanzar la santidad a la cual todos estamos llamados es preciso trabajar en nosotros mismos con acciones concretas, es preciso cultivar la virtud.
En un próximo artículo escribiré sobre algunos tips que hemos puesto en práctica para llevar adelante todo esto en nuestra familia y con nuestros hijos.
Además, aquí les dejo un artículo que habla sobre los pecados que se han de evitar, sus raíces y consecuencias, en él se habla sobre las tres concupiscencias que nombra San Juan.
Un abrazo en Cristo.
Gisela.
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