"Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres." (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16).

martes, 30 de diciembre de 2014

Los jóvenes y la sociedad de consumo.

    Queridos amigos quiero dejarles en esta oportunidad, un video inédito, una charla del Padre Alberto Escurra sobre muchos temas, el hombre y cómo Dios lo ha creado, el consumo, la propaganda, la vida, el amor, la fe y tantos otros temas que el sacerdote va tocando sabia y magistralmente enlasados en el eje principal que es la juventud y la sociedad de consumo.
    Sin más prólogo los dejo con el material que es apto para escuchar mientras hacemos la comida u alguna otra actividad. Les dejo un saludo en Cristo.

martes, 16 de diciembre de 2014

Novena de Navidad

   Queridos lectores, hoy comienza la Novena de Navidad. Nueve días de preparación en la oración. 
   
   La palabra Novena viene del latín "novem", que significa nueve. La Novena es una devoción que se practica durante nueve días para obtener alguna gracia o intención especial; la Novena puede estar dedicada a Dios Padre, a Nuestro Señor Jesucristo, al Espíritu Santo, a la Virgen María o algún Santo de nuestra Iglesia Católica.
  
   Aquí en Corazones.org encontrarán más información sobre las novenas.

   En la novena se busca imitar las virtudes y la santidad de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María o el Santo a quien le estamos rezando la novena con el fin de llegar a ser mejores cristianos. Se puede rezar en nueve días seguidos o un día cada semana hasta completar la novena.

   Las novenas requieren humildad, confianza y perseverancia. Los grandes Santos han rezado novenas con mucha devoción y han obtenido muchos milagros y gracias. Al iniciar una novena se declara una intención (el por qué rezo la novena), se realiza la petición, pero también, se ofrece algo a cambio (puede ser un ayuno-abstinencia y practicar una obra de caridad).
   La Novena de Navidad es una tradición que tenemos los católicos para estrechar los lazos familiares y para renovar y fortalecer la amistad con el prójimo, se realiza del 16 al 24 de diciembre, esperando con alegría la venida del Mesías, que se hace realidad con el nacimiento del Niño Jesús en Belén.
   La Novena de Navidad nos invita a vivir de un modo más intenso y profundo la unidad de la familia y de los amigos, preparando con alegría y gozo el nacimiento del Salvador. La Novena no se reduce a un simple rezo sino que busca iluminar la vida cotidiana con los pasajes del Nacimiento del Niño Jesús.
   Es bueno que las familias se reúnan para orar, que fomenten los vínculos de unidad, paz y solidaridad; desde nuestro hogar invitamos a todos ustedes a rezar la Novena en familia, en el barrio, en su lugar de trabajo o en su parroquia. Hagamos de la Navidad una fiesta del corazón para vivir profundamente nuestra fe y para poder ser testigos de Cristo que nace en Belén.
   Aquí les dejamos una imágen de nuestra Novena de Navidad, la tenemos colgada en nuestra casa y todas las noches la rezamos en familia, cada día marca la cita bíblica correspondiente, hace años que la rezamos en familia!! Pero cada uno de ustedes puede buscar en la web o sugerirnos en los comentarios enlaces que tengan modelos de Novenas de Navidad.

Aquí les dejamos esta de Catholic. net. Picar en la imágen.

  

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Por ella.

¿Qué queda de mi Patria? los bosques seculares.
No son ya de sus hijos; las ondas de sus mares.
La surcan mil bajeles de extraño pabellón;
Y huérfanos sus hijos, helados sus hogares;
sus vírgenes holladas, sus hombres sin honor.

¿Qué queda de mi Patria? sus ríos de oro y plata
hoy muchos desembocan en gruesa catarata
en ese mar que otrora nuestros bienes llevó.
En cambio en nuestros rostros el hambre se retrata.
¿Vivimos cual mendigos, y es rico el vil ladrón!.

¿Qué queda de mi Patria? los que antes era huertos,
hoy son lagos de sangre o fúnebres desiertos
en donde los chacales celebran su festín...
¿Tan pobre está mi Patria, que hasta sus hijos muertos,
bajo el ardiente fuego del sol se han de pudrir...!

¿Qué queda de mi Patria? su legendaria historia,
que es toda epopeya, que es un cantar de gloria,
las manos de sus hijos, infame, mancilló:
¡En nombre de los héroes huyó de la memoria,
y se levantan himnos al nombre del traidor...!

¿Qué queda de mi Patria? su bicolor bandera,
dicen que no es la misma que en otros tiempos era,
que Unión ya no nos pide, que ya no es Religión;
Qué el resplandor rojizo de una infernal hoguera
de odios implacables, de rojo se tiñó...

¿Qué queda de mi Patria? las losas funerarias,
que ayer veíanse envueltas en rosas y plegarias,
sacrílega la turba llegó y las arrancó.
Y al polvo de los héroes llamó polvo de parias,
y las cenizas santas se llevó el aquilón...

¿Qué queda de mi Patria? el Dios de mis mayores,
Él único que puede calmar nuestros dolores,
El Cristo de mis padres, ¡mi Cristo! ¿dónde está?
¡Escupen nuestros rostros llamándonos traidores,
si intentan nuestros labios su Nombre pronunciar!

¿Qué queda de mi Patria? no tiene ya valientes,
sus niños, no son niños... pues no son inocentes;
sus hijos no son ángeles. no tienen ya pudor;
sus viejos no son viejos... hay manchas en sus frentes;
sus madres no son madres... les falta corazón...!

¿Qué queda de mi Patria? Cerrados sus Santuarios,
están llenos de polvo y rotos sus Sagrarios y,
la santa nave, sola; sin fieles y sin Dios...
Y mudos y sombríos sus altos campanarios,
parecen mausoleos de un pueblo que murió.

¿Qué queda de mi Patria? Mañana, cuando truene
la voz de los cañones, si el extranjero viene
e intenta destrozarnos... por quién iré a luchar...
¿Pueden arrebatarle su Patria a quien no tiene?...
¿Al huérfano su madre, le pueden arrancar?

¿Qué queda de mi Patria? Una fulgurante estrella,
Que alla en lo alto de Lujan descuella,
bañando en luz purísima el mundo de Colón...
¡Mi Patria aún no ha muerto, que de mi Patria es ella
la gloria, la esperanza, la vida, el corazón!

¡La Patria no ha muerto; no ha muerto, mis paisanos.
La Celestial Morena, la que nos hizo hermanos,
la que nos hizo libres, está en el rio Lujan.
Que tiemblen los infames, que tiemblen los tiranos,
que canten los clarines de eterna libertad!

Por Ella lucharemos hasta el postrer instante;
por Ella, venceremos al colosal gigante
que intente destrozamos, y, si él es vencedor,
tendrá bajo sus plantas a un pueblo agonizante,
que muere por su Virgen, que muere por su Dios

Mons. Vicente M. Camacho







Por mi Patria

Por mi Patria, nacida en los albores
De esta América Austral, noble y cristiana;
Heredera en su Fe de los colores
Que visten su Pureza Soberana…!
Por mi Patria que es cuna de señores,
Familia del Señor que nos hermana;
Que fue anunciada al mundo con tambores,
Guitarra, y clarines, y campanas…!
Por mi Patria de Mayo en los balcones;
De Julio en Tucumán, y peregrina
Junto con San Martín y sus legiones.
Por mi Patria creyente y legendaria;
Por mi Patria de Abril en Las Malvinas,
Yo te debo, Señor, otra plegaria…!

H. A. Decarre.



El Rosario de mi Madre.


De los recuerdos de tu herencia triste,
solo conservo, oh madre!, tu rosario,
sus cuentas me parecen el calvario
que en tu vida de penas recorriste.
Donde los dedos al rezar pusiste,
como quien reza a Dios ante el santuario,
en mis horas de enfermo solitario
voy poniendo los besos que me diste.
Sus cristales prismáticos y oscuros,
collar de cuentas, y de besos puros,
me forman al dormir, circulo bello.
Y de mi humilde lecho entre el abrigo
me parece que duermes tu conmigo
con los brazos, echados a mi cuello.


Salvador Reda

viernes, 5 de diciembre de 2014

Nuestra Patrona

Alice de Montbar.

   
   Hemos pensado en elegir como Patrona del Homeschooling Católico en Argentina a una mujer muy especial. Ya hemos hablado de ella en una entrada de este blog "La familia que alcanzó a Cristo", es la Beata Alice de Montbar, una mujer nacida en la nobleza de Dijon, Francia durante el S XI. Educó en casa a sus siete hijos, dando a luz a una familia de santos.
   Uno de ellos, San Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia, seis han sido beatificados: Guy, Gerardo, Andres, Humbelinda, Bartolomé y Nivardo, también su esposo, Teselín ha llegado a los altares. Alice ha vivido toda su vida entregada radicalmente a Cristo, tuvo la fortaleza moral para amamantar a sus futuros santos en su propio pecho durante un momento de la historia en el que las mujeres aristocráticas habitualmente abdicaron su noble deber al servicio de una nodriza. Insistió, como los Papas posteriores han afirmado, que era su deber (Benedicto XIV) a ser "tutor privado de amor" de su bebé (Pío XII). 
   También encontró tiempo para cuidar de los pobres y enfermos en su comunidad, haciendo trabajos humildes como bañarlos y ayudarlos en la limpieza de sus hogares. 
   Una mujer que no ha delegado la tarea de educar a sus hijos a nadie, aunque esos fueran los usos de su época. Ella ha sido un modelo e inspiración para las madres que educamos en casa a nuestros hijos.
   Por eso queremos que nos acompañe y asista en esta tarea que hemos emprendido en nuestro país, tarea de acompñar, alentar y apoyar a otras familias que sientan en su corazón, como lo sintió Alice, el llamado de Dios a criar y educar a sus hijos sin intermediarios.

Sexto Capítulo: La educación universitaria en la Edad Media

   Cultura y educación: una mirada al pasado.    
   SEXTO CAPÍTULO: La educación universitaria en la Edad Media.

La educación universitaria:
   "Tras el trivium y el quadrivium, es decir, las artes y las ciencias, el estudiante culminaba el ciclo de los conocimientos accediendo al nivel universitario
   La palabra «Universidad», que hoy aplicamos con exclusividad a las casas de altos estudios, tenía por aquel entonces un sentido mucho más general. La Europa misma se autodenominaba Universitas christiana. Aquel término, que encontramos también referido a los municipios, a los profesores y alumnos de los institutos de enseñanza, o a los artesanos de una misma profesión y localidad, merece una explicación. Universidad viene de «universus» o «versus unum», significando el conjunto de los que tienden a una misma cosa. La «universidad», en sentido lato, es, pues, una comunidad natural a la que pertenecen los que cumplen un mismo oficio, o tienen una misión común.
   La Universidad, esta vez en sentido estricto, es una creación peculiar del Medioevo cristiano. Ni los chinos, ni los indios, ni los árabes, ni siquiera los bizantinos montaron jamás una organización educativa semejante. Concretamente, las Universidades fueron creaciones eclesiásticas, prolongación, en cierta manera, de las escuelas episcopales, de las que se diferenciaban por el hecho de que dependían directamente del Papa y no del obispo del lugar. Los profesores, en su totalidad, pertenecían a la Iglesia, y en buena parte a Órdenes religiosas. En el siglo XIII, las ilustrarían sobre todo la Orden franciscana y la dominicana, gloriosamente representadas por un S. Buenaventura y un Sto. Tomás. La Universidad constituía un cuerpo libre, sustraído a la jurisdicción civil y dependiente únicamente de los tribunales eclesiásticos, lo cual se consideraba como un privilegio que honraba a esa corporación de élite.

   a) Las diversas Universidades: un propósito sinfónico.
   La historia de las Universidades comienza en París. Desde principios del siglo XII, era París una ciudad de profesores y estudiantes. En el claustro de la catedral de Notre-Dame funcionaba una escuela catedralicia, heredera del prestigio de la escuela de Chartres, y en la orilla izquierda del río Sena, dos escuelas abaciales, la de S. Genoveva y la de S. Víctor. El pequeño puente que unía entonces la ciudad con la orilla izquierda del Sena, estaba repleto de casitas que se llenaron de estudiantes y de profesores. Un día los profesores y alumnos comprendieron que formaban una corporación, o sea, un conjunto de personas dedicadas a la misma profesión. Y entonces hicieron lo que habían hecho ya los zapateros, los sastres, los carpinteros y otros oficios de la ciudad: agruparse para constituir un gremio. El gremio de profesores y estudiantes se llamó Universidad. Enterado del hecho, el Papa la colocó bajo su amparo, y los Papas posteriores resolvieron que sus estudios fueran válidos para todo el orbe cristiano.
   A mediados del siglo XIII, vivía en París un maestro llamado Robert de Sorbon, canónigo de la catedral y consejero del rey S. Luis. Preocupado por la situación de los estudiantes pobres, le pidió al rey que le cediera algunas granjas y casas de la ciudad, y agregando dinero de su propio peculio, fundó un Colegio para alojar a 16 estudiantes de Teología necesitados. El Colegio se llamó de la Sorbona, en homenaje a su creador. La Universidad de París fue considerada como la más importante de la Cristiandad, principalmente por la preeminencia que en ella se otorgaba a la Teología, la reina de las ciencias.
   Juntamente con la Universidad de París, hemos de destacar, en el siglo XII, la de Bolonia, especializada en derecho civil y canónico, que eclipsaría a las viejas escuelas jurídicas de Roma, Pavía y Ravena, y que en su materia apenas tendría rival en la Cristiandad. Si respecto a la Universidad de París, el Papa puso bajo su amparo a la agrupación de maestros y estudiantes defendiéndola del poder del obispo local, en Bolonia sostuvo a las agrupaciones de estudiantes contra el poder de la municipalidad. A esta Universidad acudieron los jóvenes de todos los países de la Cristiandad que deseaban conocer el mundo de las leyes. Una característica muy especial suya fue el influjo que en ella ejerció la rica burguesía comerciante, que veía el estudio del Derecho como un instrumento para asegurar sus negocios. Máxime que fue en Bolonia donde se reflotó una ciencia olvidada, el Derecho Romano, que suministraría a los Emperadores argumentos en su lucha con el Papado. Dicho Derecho venia en cierto modo a reemplazar el derecho consuetudinario, más anclado en las tradiciones nacionales e impregnado de espíritu evangélico. En cierto modo, las luchas entre el Imperio y el Papado fueron luchas del Derecho romano contra el Derecho canónico.
   Asuntos muy diferentes interesaban a los numerosos alumnos que estudiaban en la Universidad de Salerno. En esa ciudad del sur de Italia se conocían los libros de los médicos que habían llegado de la vecina Sicilia durante el período en que la ocuparon los griegos y los árabes. En 1231, el emperador Federico II, gran admirador de la ciencia árabe, como dijimos anteriormente, prohibió que se enseñara en cualquier otra ciudad de sus dominios y desde entonces Salerno se convirtió en el gran centro de la enseñanza de medicina.
   En el sur de Francia, en tierras del Languedoc, se destacó la Universidad de Montpellier, frecuentada por estudiantes que provenían de Italia y de las tierras musulmanas de España. Sus escuelas de medicina fueron célebres ya en el siglo XII. Juan de Salisbury, obispo de Chartres, asegura que en su tiempo Montpellier era tan concurrida como Salerno por jóvenes que querían aprender el arte de curar.
   El movimiento de creación de nuevas Universidades se hizo más intenso a partir de mediados del siglo XIII. En el curso de este siglo abrió sus puertas la Universidad de Oxford, la primera de Inglaterra, muy semejante, en su organización, a la de París, si bien diferente de ella por su notoria inclinación a lo pragmático, tan típica del espíritu inglés, que con el tiempo daría origen al empirismo y al nominalismo que se vislumbra en Duns Scoto y se manifiesta en Ockham. Pronto surgió la Universidad de Cambridge, como resultado de la emigración de un grupo de profesores y de alumnos de Oxford.
   Junto a estas Universidades, que aparecieron de manera espontánea, siendo luego oficialmente reconocidas, comenzaron a surgir Universidades creadas directamente por algún gran personaje, religioso o político. Son, así, de iniciativa real las primeras Universidades de la Península Ibérica, todas ellas del siglo XIII: Coimbra, fundada por el rey Dionis; Palencia, creada por Alfonso VIII, rey de Castilla. Pero la gran universidad fue Salamanca, erigida por Alfonso IX hacia 1220, cuyos privilegios confirmó el rey S. Fernando, y a la que el Papa Alejandro IV declaró uno de los cuatro Estudios Generales del mundo.
   Frente a este abanico de Universidades, los estudiantes elegían según la rama que más les atraía, y a la que querían dedicar su vida, aunque la casa de estudios estuviese lejos de su lugar de residencia. Las Universidades eran cosmopolitas. La de París, por ejemplo, albergaba estudiantes de todas las naciones, al punto que se formaron en ella diversos grupos según las proveniencias –los picardos, los ingleses, los alemanes y los franceses–, que tenían su autonomía, sus representantes y sus actividades propias. También los profesores provenían de todos los lugares de la Cristiandad: Juan de Salisbury vino de Inglaterra; Alberto Magno, de Renania; Sto. Tomás y S. Buenaventura, de Italia... Y los problemas que estaban sobre el tapete eran los mismos en París, Edimburgo, Oxford, Colonia o Pavia. Sto. Tomás, oriundo de Italia, expondrá en París una doctrina que había esbozado escuchando en Colonia las lecciones de Alberto Magno.
   Este conglomerado tan heterogéneo de profesores y estudiantes se entendía gracias a una lengua común, el latín, que era el idioma que se hablaba corrientemente en la Universidad. El uso del latín facilitaba el trato entre los estudiantes, permitía que los profesores se comunicasen entre sí y con sus alumnos, disipaba la imprecisión en los conceptos, y salvaguardaba la unidad del pensamiento. En París, el barrio que albergaba a los estudiantes fue llamado por los vecinos «Barrio Latino», justamente por ese común empleo de la lengua de Cicerón.
   Justa, pues, la expresión de Daniel-Rops cuando, refiriéndose a las universidades medievales, escribió: «Bella unidad geográfica de la inteligencia, en la que cada gran centro tenía asignado su papel, y en la que los intercambios recíprocos se regulaban como con un propósito sinfónico» (La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, 696).
   El espíritu sinfónico se reflejaba también en el carácter enciclopédico de la inteligencia. Los estudios iniciales se ordenaban a la adquisición de una cultura general, propedéutica necesaria para cualquier ulterior especialización. Hoy nos asombra la amplitud de miras de los sabios y letrados de la época. Si bien sobresalían en una u otra rama de los conocimientos, jamás pensaron que debían limitarse a ella. Hombres como S. Alberto Magno, S. Buenaventura, Sto. Tomás, y tantos otros, abarcaron realmente todos los conocimientos de su tiempo. Nada más expresiva que la palabra Summa, a la que con tanto gusto parecieron recurrir para titular sus obras principales, en orden a explicitar la totalidad del conocimiento. Por otra parte resulta sobrecogedora la fecundidad de aquellas personalidades: S. Alberto Magno dejó 21 volúmenes de grandes infolios; Sto. Tomás, 32; Duns Escoto, 26...

   b) Los procedimientos académicos.
   Los estudios se distribuían en cuatro Facultades: Teología, Derecho, Medicina y Artes (artes liberales). En las cuatro Facultades, la manera de enseñar era prácticamente la misma. Antes de exponer dicho método, hagamos una acotación previa. Los profesores de aquel tiempo, si bien enseñaban a razonar a sus alumnos y exigían de ellos un gran esfuerzo intelectual, concedían gran valor al argumento de autoridad. «Somos como enanos sentados sobre las espaldas de gigantes –decía Bernardo de Chartres–. Así, pues, vemos más cosas que los antiguos, y más lejanas, pero ello no se debe ni a la agudeza de nuestra vista ni a la altura de nuestra talla, sino tan sólo a que ellos nos llevan y nos proyectan a lo alto desde su altura gigantesca». Era una cultura fundamentalmente humilde.
   El método que se utilizaba incluía tres momentos: primero se tomaba un texto, las «Etimologías» de S. Isidoro, por ejemplo, o las «Sentencias» de Pedro Lombardo, o un tratado de Aristóteles, según la materia enseñada, y se lo leía pausadamente –era la lectio–; luego se lo comentaba –era la quæstio–, haciéndose todas las observaciones a las que podía dar lugar, desde el punto de vista gramatical, lingüístico, jurídico, etc.; finalmente se discutían las posibles objeciones –era la disputatio–. De allí nacieron las llamadas quæstiones disputatæ, cuestiones en torno a las cuales se entablaba un debate, y que debían sostener los candidatos al título ante un auditorio formado por profesores y alumnos, durante el cual todo asistente podía tomar la palabra y exponer sus dificultades; en ocasiones, dieron lugar a tratados completos de filosofía o de teología.
   Una costumbre que contaba con general beneplácito era la de los quodlibetalia, o discusiones libres sobre un tema cualquiera. Señala G. dHaucourt que la costumbre de decidir después de haber pesado los pros y los contras, creó en el hombre medieval hábitos de libertad y de precisión. Los varios siglos en que dicho hombre se acostumbró a razonar con rigor lógico contribuyeron evidentemente a aguzar el instrumento de la inteligencia que se había embotado durante la época trágica de las invasiones. Afinados, adiestrados con este método, los hombres de la Edad Media vieron surgir entre ellos algunos genios y los rodearon de alumnos que supieron escucharlos, comprenderlos, admirarlos, y así los estimularon a expresarse y a dar su medida (cf. G. dHaucourt, La vida en la Edad Media, Panel, Bogotá, 1978, 77).
   Terminado el primer ciclo, el estudiante recibía el grado de bachiller, que le permitía comenzar a enseñar, si bien de manera restringida, mientras seguía estudiando. Luego, tras un examen general, venía la licenciatura, que lo calificaba para ingresar en la corporación de los profesores y para dictar cátedra. Entre el bachillerato y la licencia el alumno debía escuchar la lectura de varios libros de Aristóteles, entre los cuales la Metafísica, la Retórica y las dos Éticas, asimismo los Tópicos de Boecio, los libros poéticos de Virgilio y algunas otras obras consideradas fundamentales.
   El doctorado, culminación del curriculum académico, era un título complementario y más bien honorífico. Este subir por gradas de los estudiantes se parece al camino que emprendía el hombre de armas para llegar a caballero; el aspirante empezaba su entrenamiento sirviendo como paje o escudero a un señor, pasaba después a la categoría de «bachiller», y finalmente recibía la espada al ser armado caballero. También es comparable al proceso que seguía el artesano para acceder al maestrazgo en su oficio; empezaba siendo aprendiz, luego ascendía a oficial, y finalmente era aceptado en el rango de maestro. En el curso de una ceremonia religiosa y solemne, el nuevo doctor recibía, con el birrete cuadrado, un anillo, símbolo de su desposorio con la sabiduría; era una investidura análoga en su orden a la estilada en la institución de la caballería o en la vida religiosa cuando el monje pronunciaba sus votos.


   La Universidad fue la gran creación de la Edad Medía. De la de París, deslumbrante de gloria teológica, se hablaba como de «la nueva Atenas» o del «Concilio perpetuo de las Galias». Su Rector era todo un personaje; en las ceremonias oficiales precedía a los Nuncios, Embajadores e incluso Cardenales; cuando el Rey de Francia entraba en su capital, era él quien lo recibía y cumplimentaba. La Universidad fue el gran orgullo de la Cristiandad."


jueves, 4 de diciembre de 2014

Quinto Capítulo: La educación secundaria en la Edad Media

   Cultura y educación: una mirada al pasado.    
   QUINTO CAPÍTULO: La educación secundaria en la Edad Media.

La educación secundaria en la Edad Media:
   "En un grado más elevado se encontraban, por una parte, las escuelas monásticas, y por otra, las escuelas catedralicias y capitulares, que correspondían poco más o menos a lo que hoy llamamos «enseñanza secundaria», con algunos elementos de enseñanza superior.
   Al principio este nivel de docencia estaba ligado al convento. No olvidemos que los monasterios, ya desde la época de las invasiones bárbaras, constituyeron verdaderos focos de cultura. Por aquel entonces S. Benito había impuesto a sus monjes no sólo la obligación del trabajo, sino también del estudio. Pronto los monjes se abocaron a copiar libros antiguos, en orden a lo cual casi todos los conventos benedictinos reservaron un local contiguo a la iglesia. Los monjes dedicados a dicha tarea se dirigían a ese recinto en las primeras horas de la mañana, y sentados delante de sendos pupitres pasaban horas y horas inclinados sobre los pergaminos, reproduciendo e «iluminando» los textos. Así fueron copiando las perícopas de la Escritura, los textos de los Santos Padres y de la antigüedad clásica, de tal modo que en medio del naufragio ocasionado por las invasiones bárbaras, lograron salvar la cultura antigua, y transmitirla al Medioevo. De esos rescoldos de cultura encendidos en los monasterios, dispersos en medio de la noche, brotaría el gran incendio de la cultura medieval.
   Si bien la importancia de los monasterios para la educación perduró durante la entera Edad Media, con todo, a mediados del siglo XII, las escuelas monásticas tendieron a declinar. Ya no fueron tanto los religiosos quienes tuvieron a su cargo la enseñanza, sino el clero diocesano, favorecido por el renacimiento urbano. Y así comenzaron a aparecer escuelas dependientes de los Obispados o de los Cabildos eclesiásticos.     Algunas se destacaron sobremanera, por ejemplo la de Chartres, esclarecida por figuras como Fulgerto, Ivo, y luego Juan de Salisbury. Nombremos asimismo a Cantorbery y Durham, en Inglaterra; Toledo, en España; Bolonia, Salerno y Ravena, en Italia.
   Estos establecimientos estaban regidos por la autoridad religiosa. El llamado «maestroescuela», era, por lo común, un canónigo elegido por el Obispo o por el Cabildo. ¿Quiénes acudían a tales escuelas? Todos los que quisieran, sin distinción de posiciones sociales. La enseñanza era paga para los pudientes pero gratuita para los pobres, lo cual hacía que todos, ricos y pobres, pudiesen recibir una educación adecuada. Por eso tenemos tantos ejemplos de grandes personajes, bien formados, que provenían de familias de humilde condición: Sigerio, que sería primer ministro en Francia, era hijo de siervos; S. Pedro Damián, en su infancia había cuidado cerdos; Gregorio VII, el gran Papa de la Edad Media, era hijo de un oscuro cuidador de cabras.
   En cuanto al contenido de la enseñanza, se seguía el esquema tradicional, inspirado, si bien remotamente, en Aristóteles, concretado por S. Agustín, y que Alcuino había adoptado cuando Carlomagno le encargó organizar su Escuela. Los conocimientos se dividían en siete disciplinas, distribuidas en lo que se llamó el trivium: Gramática, Dialéctica y Retórica; y el quadrivium: Aritmética, Geometría, Astronomía y Música. Recibieron el nombre de «artes liberales», porque en ellas el espíritu humano se desenvuelve con más libertad, diversamente de lo que acontece con las «artes mecánicas», como la carpintería, la construcción, etc., que de alguna manera someten al hombre a las exigencias de la materia. Pero, como se recordaba siempre de nuevo, tanto el trívium como el quadrivium no eran sino medios –un método– para conocer la verdad en sus múltiples aspectos.
   Detallemos sucintamente lo que dichas materias incluían. La primera que integraba el trivium, la Gramática, no era entendida en el sentido restringido que hoy le damos, ya que a más del aprendizaje de la lectura y la escritura, abarcaba también todo lo que se requiere saber para «componer» un libro: sintaxis, etimología, prosodia, etc. Luego venia la Dialéctica, lo que no carecía de sentido, dado que después de haber aprendido a leer y escribir como conviene, era preciso aprender a argumentar, probar y rebatir, en una palabra, el juicio crítico, el arte del debate. Finalmente la Retórica, que se ordenaba a la formación del orador, y que era considerada como un arte práctica y ennoblecedora a la vez. Ya Cicerón había dicho que el hombre se distingue de los animales por el lenguaje, que el hombre es un animal parlante, de donde se sigue que cuanto mejor habla, mejor es. Por eso la elocuencia era, a sus ojos, el arte supremo; y no solamente un arte, sino una virtud.
   En cuanto al quadrivium, incluía, como dijimos, la Aritmética, la Geometría, la Astronomía y la Música. Respecto a las tres primeras asignaturas poco podemos agregar a lo que todo el mundo sabe acerca de su contenido. En lo que toca a la música hemos de señalar que abarcaba el conjunto de lo que hoy llamamos «las bellas artes»; el término «música» dice relación a las «musas», no reductibles a las solas armonías sinfónicas".


Cuarto Capítulo: La educación primaria en la Edad Media

  Cultura y educación: una mirada al pasado.    
  CUARTO CAPÍTULO: La educación primaria en la Edad Media.

   No vamos a entrar en lo que serían las fuentes de la cultura medieval, los arroyos que desembocan en el río de la cultura medieval. Estos fueron la vertiente patrística y el aporte judío e islámico, sino que vamos a adentrarnos directamente en lo que serían los tres niveles de la educación: Primaria, secundaria y universitaria.

   La educación primaria:
   "Si bien no se empleaba la denominación que ahora usamos de «enseñanza primaria», era un hecho que normalmente los chicos iban al colegio. Por lo general, se trataba del colegio anexo a la parroquia. Todas las parroquias, en efecto, tenían obligación de crear una escuela y de proveerla suficientemente. En 1179, el Concilio de Letrán había hecho de ello una exigencia estricta. Por aquel entonces era común, y hoy lo sigue siendo en regiones tradicionales, incluso en nuestra Patria, encontrar contiguas la iglesia, la escuela y el cementerio.
   Así, pues, en la base de la enseñanza medieval estuvieron las escuelas parroquiales, que correspondían a lo que nosotros llamamos «escuelas primarias». Como con mucha frecuencia las parroquias dependían de los Señores, eran éstos quienes en realidad fundaban la escuela y la mantenían. La enseñanza se impartía en un local colindante con la iglesia, o a veces en el interior mismo del templo. El maestro no solía ser el párroco sino un simple fiel, quien era mantenido sea por alguna persona adinerada, sea más generalmente por sus propios alumnos, quienes le retribuían en especies, habas, pescado, vino, y, rara vez, con algún sueldo.
   ¿Cuál era el contenido de su enseñanza? Ante todo, la doctrina cristiana –el catecismo–, y también la lectura, la escritura, el arte de «fichar» –es decir, de contar con fichas–, ciertas nociones de gramática, ya veces algunos rudimentos de latín para poder entender mejor la liturgia. Como los libros eran prácticamente inencontrables, se los suplía con carteles murales, hechos con pieles de vaca o de oveja, sobre los cuales se escribía lo que se quería enseñar, por ejemplo, los números, las letras, los catálogos de las virtudes y de los vicios.
   Puédese así afirmar que en los siglos XII y XIII, la mayor parte de los países de Occidente conoció un sistema de instrucción elemental bastante desarrollado." 




Tercer capítulo: La edad Media

  Cultura y educación: una mirada al pasado.    
 TERCER CAPÍTULO: La Edad Media.Cultura Popular

Ahora daremos un salto en la historia. Nos saltearemos lo que sería la gestación o preparación del Medioevo: Las invasiones bárbaras, El imperio Carolingio, La segunda oleada de invasiones bárbaras, El imperio Otónico, El imperio Romano Germánico, y llegaremos así a los siglos propiamente medievales. 
   Para tener una cabal idea de lo que fue todo este proceso y lo que fue la Cristiandad en todo su sentido, les vuelvo a recomendar que lean el libro completo del P. Saenz del cual estoy extrayendo los textos para elaborar estos artículos: "La Cristiandad y su cosmovisión".
   A partir de aquí nos centraremos en lo que fue la cultura y educación durante este período de la Edad Media en el cual reinó la Cristiandad.
   Con raíces firmes en la cultura clásica greco-romana y pasando por un creciente proceso llegamos al esplendor de la cultura.
   Tomemos nota entonces de lo que a nosotros, como padres que educamos en familia y sin escuela nos concierne...

LA CULTURA POPULAR

   "Entremos ahora en el análisis del período específicamente medieval, en sus siglos propiamente tales. La Edad Media conoció, como es natural, la escolaridad en sus diversos grados. Pero antes de explayarnos sobre ello, digamos algo acerca de la cultura general del pueblo.
   Señala Daniel-Rops que si hay una idea generalmente admitida en los manuales y en el común sentir de la gente es el de la ignorancia de las multitudes en la Edad Media, como si  se hubiese tratado de un pueblo poco menos que analfabeto y, por lo mismo, sometido ciegamente a cualquiera que tuviese un mínimum de autoridad o de conocimientos. Preconcepto evidentemente disparatado cuando quedan de aquella época tantos testimonios populares de fecundidad intelectual y artística.
   En primer lugar, se pregunta Rops, ¿era el número de analfabetos en la Edad Media tan grande como se piensa habitualmente? Dada la multitud de clérigos, que en aquel tiempo eran los mejor formados intelectualmente, y de profesores famosos que salieron de los rangos del pueblo más sencillo, parece difícil concluir que la instrucción común de los niños haya sido tan deficiente. Destacados intelectuales de la Edad Media fueron de extracción social humildísima.
   Asimismo, y esto es capital, por aquel entonces no se pensaba que fuese lo mismo saber leer que ser instruido. «Pues si en nuestros días la pedagogía y la cultura descansan sobre datos que son sobre todo visuales, adquiridos por la lectura y la escritura, en cambio en la Edad Media, en la que el libro era raro y costoso, el oído desempeñaba un papel mucho mayor» (Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, pág. 376.
   Como prueba de este primado del oído sobre la vista, se ha traído a colación el siguiente dato tomado de un capítulo de los Estatutos Municipales de la ciudad de Marsella, que datan del siglo XIII, donde tras la enumeración de las cualidades requeridas para ser un buen abogado, se concluye con estas palabras: «litteratus vel non litteratus», es decir, sepa leer o no. En aquel tiempo, conocer el derecho –así como la costumbre– era para un abogado más importante que saber leer y escribir (cf. ibid.)
   Atinadamente se ha observado que si la cultura medieval  no se basó en la escritura humana, sí lo hizo en la Escritura sagrada, revelada por Dios, y conocida por la gente a través de mil conductos. Los sermones, las conversaciones, el arte expresado en las catedrales, toda la producción literaria en verso o en prosa, y hasta los sainetes y romances, presuponen en el pueblo un conocimiento pasmoso de la Biblia, una frecuentación familiar del Antiguo y del Nuevo Testamento. Y si se ha dicho que los vitrales constituían «la Biblia de las analfabetos» es porque incluso los más ignorantes eran capaces de descifrar allí historias que les resultaban familiares, llevando a cabo ese trabajo de interpretación que en nuestros días saca canas verdes a los especialistas de arte. Y todo eso es cultura.
    De ahí que sea tan equitativo lo que a este respecto afirma Régine Pernoud, es a saber, que cuando se quiere juzgar del nivel de instrucción del pueblo durante la Edad Media no corresponde minusvalorar lo que llama «la cultura latente», es decir, ese cúmulo de nociones que la gente recibía participando en la liturgia, o escuchando relatos en los castillos, o incluso oyendo las canciones de los trovadores y  juglares. Desde que apareció la imprenta, nos cuesta concebir una cultura que no pase por las letras (La femme au temps des cathédrales, Stock, París, 1980, 74). Señala la autora que quizás hoy nos sea posible entender mejor el influjo nada desdeñable que tienen en la educación algunas formas de expresión cultural por el gesto, la danza, el teatro, las artes plásticas, los audiovisuales...
   No siempre, en efecto, se identificó cultura y letras. Se cuenta que de visita por España, Chesterton conoció en cierta ocasión a un grupo de labriegos, e impresionado por la sabiduría que revelaba su modo de hablar y de comportarse, dijo admirado: «¡Qué cultos estos analfabetos!».
   Particularmente la predicación fue determinante en la formación de la cultura popular de la Edad Media. No era aquélla, como lo es ahora, una suerte de monólogo, a veces erudito, ante un auditorio silencioso y convencido. Se predicaba un poco en todas partes, no solamente en las iglesias, sino también en los mercados, las plazas, las ferias, los cruces de rutas. El predicador se dirigía a un auditorio vivo –y vivaz–, respondía a sus preguntas, atendía a sus objeciones. Los sermones obraban eficazmente sobre la multitud, podían desencadenar allí mismo una cruzada, propagar una herejía, provocar una revuelta... El papel didáctico de los clérigos era entonces inmenso; no sólo enseñaban al pueblo la doctrina revelada, sino también la historia y las leyendas. En la Edad Media la gente se instruía escuchando.
   Y hablando de leyendas, R. Pernoud ha señalado su gran virtud formativa: «Las fábulas y los cuentos dicen más sobre la historia de la humanidad y sobre su naturaleza, que buena parte de las ciencias incluidas en nuestros días en los programas oficiales. En las novelas de oficio que ha publicado Thomas Deloney, se ve a los tejedores citar en sus canciones a Ulises y Penélope, Ariana y Teseo...» (Lumière du Moyen Âge., 132).
   Digamos, para terminar, que buena parte de la educación popular era transmitida por ósmosis, de generación en generación. El hijo del campesino era iniciado por su padre en el arte rural, el aprendiz se instruía en su menester gracias a la enseñanza de su maestro, cada uno según su condición. ¿Hay derecho a tener por ignorante a un hombre que conoce a fondo su oficio, por humilde que sea?"


Segundo Capítulo: Las raíces latinas.

Cultura y educación: una mirada al pasado.    
SEGUNDO CAPÍTULO: Las raíces latinas.

   "El aporte romano: Los cristianos no pudieron dejar de leer sin emoción aquel texto profético de Virgilio, donde el poeta de la romanidad, inspirándose en el mito de las cuatro epocas, creado por Hesíodo, tras decir que, transcurrida la edad de oro, en que los hombres vivieron al modo de los dioses, así como la de plata, que fue la del aprendizaje del cultivo de la tierra, y la de bronce, dominada por la raza de los guerreros, se había llegado a la edad de hierro, en que los hombres sólo se complacían en el mal, preanunciaba en su IVª Egloga la anhelada salvación: «He aquí que renace, en su integridad, el gran orden de los siglos; he aquí que vuelve la Virgen, que vuelve el reinado de Saturno, y que una nueva generación desciende de las alturas del cielo. Un niño va a poner fin a la raza de hierro y a traer la raza de oro.
    Nacerá bajo el consulado de Polion. Este niño recibirá una vida divina y verá a los héroes mezclados con los dioses y se le verá con ellos; y gobernará el globo pacificado por las virtudes de su padre»*. En correspondencia con la profecía de la famosa Sibila de Cumas, Virgilio había vaticinado una nueva era, un retorno a la edad primordial. Éste es el Virgilio 
que los romanos transmitieron a los cristianos, el profeta de Cristo. Dante no se equivocaría al escogerlo como guía hasta el umbral del Paraíso, es decir, hasta el umbral donde reina la Gracia. 
    He ahí uno de los aportes de Roma. Pero no fue el único. También le ofrendó la llamada «pax romana», tan alabada por S. Pablo. Gracias a la vigencia de la misma, el Evangelio estuvo en condiciones de viajar por las magníficas vías del Imperio, y en todas partes, desde Siria hasta España,los apóstoles de Cristo pudieron recurrir a una sola ley y hacerse entender en una sola lengua. Era como si Dios, en sus inescrutables designios, hubiera ampliado las fronteras del Imperio a fin de disponer una vasta cuna para el Cristianismo naciente. S. León Magno lo expresó de manera explícita: «Para extender por el mundo entero todos los efectos de gracia tan inefable, preparó la Divina Providencia el imperio romano, que de tal modo extendió sus fronteras, que asoció a sí las gentes de todo el orbe. De este modo halló la predicación general fácil acceso a todos los pueblos unidos por el régimen de una misma ciudad» (Hom. en la fiesta de los Stos. Apóstoles Pedro y Pablo, en San León Magno, Homilías sobre el año litúrgico, BAC, Madrid, 1969, 355). 
   Un día este Imperio abrazaría el cristianismo. Belloc llega a decir que la conversión del Imperio a la Fe no fue un episodio entre otros grandes episodios de la historia, ni un capítulo más de la misma. Fue la Cosa Determinante, una nueva creación,en grado y en calidad, e incluso «el acontecimiento más importante en la historia del mundo» (cf. H. Belloc, La crisis de nuestra civilización, Sudamericana, Buenos Aires, 1966, 33 y 77)". 

Dante y Virgilio.




Primer Capítulo: Las raíces griegas.

 Cultura y educación: una mirada al pasado.   PRIMER  CAPÍTULO: Las raíces griegas.

   "Las últimas raíces de la Cristiandad deben ser buscadas en el suelo de la cultura griega y de la civilización latina. La civilización cristiana se erigió sobre la base de la ley romana, y la cultura católica floreció embebida en la sabiduría helénica. 
   La civilización brota principalmente de la vida activa y la cultura de la contemplativa.
   Refirámonos ante todo al aporte griego. Al comienzo, los 
Padres de la Iglesia mostraron serias vacilaciones en aceptar 
el contenido del pensamiento heleno, juzgando que con la buena nueva que era el Evangelio ya bastaba y sobraba. Los filósofos griegos eran considerados poco menos que como heraldos del demonio. Pero luego dicho prejuicio comenzó a ceder, y algunos Padres, sobre todo de la Escuela de Alejandría, se abocaron a la tarea de rescatar a Platón, Aristóteles, los trágicos y poetas griegos, poniéndolos al servicio de la doctrina católica.Clemente de Alejandría llegó a afirmar, no sin cierto atrevimiento, que no eran dos los testamentos sino tres, el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Testamento de la filosofía griega (cf. Stromata VI, 17 ss: PG 9, 380 ss). «¿Quién es Platón sino Moisés que habla en griego?» (Stromata I, 22, 148: PG 8, 896). De este 
modo, los Padres de la Iglesia constituyeron una especie de 
eslabón entre la Grecia clásica y la naciente Europa.
   Pero también el aporte griego llegaría al Occidente medieval por intermedio del influjo de Bizancio. Los pueblos jóvenes y semibárbaros de Europa nunca dejaron de contemplar con respeto y admiración el Imperio de Oriente, al que consideraban heredero y depositario no sólo del Imperio Romano sino también de la cultura antigua. El prestigio que Constantinopla ejerció sobre la Europa medieval fue realmente extraordinario. Muchos de los elementos arquitectónicos de Bizancio se incorporarían a las iglesias románicas, y tanto los mosaicos y tapices, como los esmaltes y marfiles de dicha procedencia, serían considerados por los occidentales como la expresión misma de la belleza".

Platón y Aristóteles.

Cultura y educación en la Cristiandad.

   Para poder comprender esa necesidad natural que nos brota desde muy adentro de vivir como Dios manda, de criar y educar a nuestros hijos según la fe Católica, necesitaba viajar hacia atrás en el tiempo. Me resulta casi imposible adentrarme y avanzar en este nuevo camino, sin antes dar una mirada al pasado y comprender algunas cuestiones.

    La idea de esta publicación es ir brindándoles una serie de entregas en capítulos, para que de forma cronológica, podamos comprender y conocer nuestras raícesPara esta tarea me serví principalmente del libro del P.Alfredo Saenz S.J. "La Cristiandad y su cosmovisión", el cual recomiendo leer de forma completa ya que es muy esclarecedor.

   Si queremos comprender y conocer nuestras raíces, debemos comprender y conocer las raíces de la Cristiandad, allá por la llamada "Edad Media" tuvo su máximo apogeo y esplendor una época maravillosa, la cual en nuestros días muchos se empeñan en oscurecer y mostrar como la peor época de la historia de la humanidad. Vamos a demostrar que ésto no fue así.
   
   En lo que respecta a la educación, en estos breves artículos veremos que ésta estuvo presente durante la edad media de muchas maneras, aunque no era obligatoria la escolaridad, era una opción tanto para ricos como para pobres y la cultura popular elevadísima impregnaba toda la sociedad. Queda claro que desde el campesino hasta el más destacado profesional eran dueños de una riqueza cultural que hoy, lamentablemente, no podemos decir que se vea en la sociedad. 


Aquí dejo los enlaces a cada capítulo:



lunes, 1 de diciembre de 2014

Libros que trascienden

      Una de las ventajas del homeschooling es sin dudas la nueva relación que los niños y por qué no los adultos, establecen con la literatura. 
   El hábito de leer ya no es una obligación impuesta por el docente de turno, sino que es parte de la vida cotidiana, es un hábito que ya no cuesta para nada conseguir. 
   Un requisito indispensable para que esto ocurra, es que en nuestra casa abunden las bibliotecas o que en su defecto las visitemos periódicamente. 
   Si queremos transmitir a nuestros hijos el amor por la literatura, primero debemos amarla nosotros. Pero pasa lo mismo que con la Fe en Nuestro Señor, si no amamos a Dios y se lo demostramos a diario, si nuestros hijos no ven nuestros actos de Piedad, si no transmitimos la fe viviendola, es poco probable que nuestros hijos se enamoren de Él. 
   Debemos leer nosotros a diario,debemos leerles a ellos en voz alta frecuentemente, ellos deben leer habitualmente. Si amamos la literatura será parte de nuestra vida cotidiana y no veremos dificultad alguna en lograr este hábito. 

   Puede surgir en algunos padres la pregunta ¿Pero qué es conveniente que lean nuestros hijos? ¿Cualquier cosa que llegue a sus manos está bien? Y es allí en donde encontramos diferentes opiniones, algunos padres podrán pensar que cualquier material estaría bien mientras que lean, puede ser una revista, historietas, libros de cuentos de autores populares, cualquier cosa que llegue a sus manos. Incluso hay librerías muy vistosas con cantidad de libros nuevos, con ilustraciones que invitan al niño a acercarse a la lectura.
   Pero no nos confundamos, con esto solo no basta, para que amen la literatura no solo debemos acercarlos a lo que es atractivo en apariencia, a lo que entra por los ojos pero está vacío de contenido. 

   Cantidad de autores contemporáneos muy populares han escrito libros para niños y jóvenes abarrotando los estantes de librerías comerciales. En general, estos libros son muy costosos y, salvo excepciones, su calidad literaria es baja. 
   No digo que no se puedan encontrar libros interesantes y valiosos en estos sitios, ni que no pueda ser divertido de vez en cuando pasar por allí y deleitarse con la lluvia de colores que seducen nuestros sentidos. De hecho, de vez en cuando, solemos visitar estas tiendas solo por recreación o para buscar libros con infografías, sobre todo de ciencias o de temas históricos para los más pequeños de la casa. 
   También podemos encontrar en algún rincón los clásicos de la literatura pero a la hora de conseguir libros de calidad literaria optamos por otro tipo de librerías.
   En general solemos recorrer antiguas librerías de usados, en donde suelen tomarnos ejemplares en caje o los encontramos a muy buen precio. Hemos descubierto verdaderas joyas de la literatura en estos lugares un poco olvidados. 
   
   ¿A qué nos referimos con libros de calidad literaria? 
   Cuando hablamos de libros de calidad literaria o libros que trascienden, estamos hablando de esos libros que dejan una huella indeleble en quién los lee.

Características de los libros que trascienden:
   *Son libros que fueron escritos de tal manera que no pueden pasar desapercibidos en nuestras vidas. Son esos libros que siempre recordaremos y llevaremos en nuestro corazón como un tesoro invaluable. 
   *Son libros que querremos que lean nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. 
   *Son libros que además de transmitir sentimientos,valores, cultura, conocimientos, están escritos con una riqueza lingüística y literaria que destaca por sobre otros libros, su vocabulario es rico y abundante, claramente se diferencian de otros libros de baja calidad literaria.
   
   Por supuesto que cuando hablamos de este tipo de libros incluimos toda la "literatura clásica" propiamente dicha, así como también los llamados "clásicos de todos los tiempos", incluso de autores modernos o contemporáneos en los que encontramos libros de diferentes géneros literarios. 
   Pero no solo libros de literatura se pueden considerar como trascendentes, hay cantidad de libros de ciencias naturales, física, química, historia, filosofía y otras áreas del conocimiento humano, que fueron elaborados con la capacidad de instruir llegando a conmover a quién lo lee por la delicadeza y dedicación con la que fueron escritos. Son libros que da gusto leer, no son meras obras enciclopedistas con la intención de impartir datos secos sobre determinados temas. 

   A mi particularmente me gustan los libros que contienen de alguna manera los valores esenciales para que el ser humano, sea más humano. Esos libros que conmueven, que elevan el espíritu, que dejan un sabor dulce, que nos arrancan suspiros. Libros que renuevan la esperanza en un futuro mejor. Libros que sacan lo mejor de cada persona, que hacen aflorar la ley natural que Dios a impreso en el corazón de todos los hombres.


  
   En una próxima entrada a mi blog intentaré armar una lista de libros trascendentes. No serán libros que a mi personalmente me gusten. Quiero aclarar que no se trata de gustos, es decir, estos libros no necesariamente nos tienen que gustar a todos, pero son libros que sin duda han trascendido y seguirán trascendiendo.

Gisela.